VIDA
Gerardo Diego Cendoya (1896-1987), poeta, miembro destacado de la generación del 27, de obra abundante y de gran honestidad literaria, nació en Santander.
Simultaneó sus estudios de bachillerato con los de piano y llegó a ser un consumado pianista.
Se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto (Bilbao) y en 1920 obtuvo una cátedra de instituto y publicó su primer libro de poemas.
Su compañero de estudios universitarios fue Juan Larrea. Ambos poetas acabarían convirtiéndose en los dos máximos representantes, en España, del creacionismo.
Fue uno de los principales promotores del homenaje a Góngora que, celebrado en 1927, dio nombre a su generación.
En 1932 recopiló la influyente antología Poesía española contemporánea (1915-1932), en la que recogía diferentes poemas de los jóvenes poetas españoles con los que había venido manteniendo alguna relación.
Fue elegido, por unanimidad, miembro de la Real Academia Española en 1947. Volvió a obtener el Premio Nacional de Literatura en 1956, que ya había ganado en 1925. En 1979 se le concedió el Premio Cervantes.
Murió en Madrid en 1987.
OBRA POÉTICA
Cuando Gerardo Diego llegó a Madrid se quedó fascinado por el Creacionismo de Vicente Huidobro (1893-1948): crear, con el arte, un mundo propio en el que no tenía nada que decir la lógica del mundo real. Al mismo tiempo, siguió escribiendo una poesía clásica de admirable perfección formal. No fue primero clásico, luego moderno, después otra vez clásico, etc.: fue clásico y vanguardista a la vez.
Es el poeta de doble vertiente: poeta humano y poeta deshumanizado. Es el poeta del amor humano, del paisaje de las tierra de Castilla y de los campos de Soria (influenciado por Antonio Machado), es el poeta de la emoción cordial. Al mismo tiempo, es el poeta creacionista, de solución arbitraria, de elaboración consciente del idioma y de la forma. Esta duplicidad de Gerardo Diego fue mal comprendida por aquellos que entendía el vanguardismo como etapa definitiva y no como episodio literario. Es quizás típico del vanguardismo de entonces ese jugueteo con la poesía, pero, al mismo tiempo, la resistencia a no perder la autenticidad.
Gerardo Diego fue partícipe junto con Juan Larrea del ultraísmo. Su poesía sigue en una primera etapa los derroteros de la tradición, para hacerse después un avanzado vanguardista: “Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco la retórica hecha, y me torne más loco el capricho de volver a hacérmela –nueva– para mi uso personal e intransferible”.
Para la crítica, la mayor importancia de Gerardo Diego reside en su obra vanguardista. Él mismo se desmarca del surrealismo y el ultraísmo. La crítica lo presenta como un poeta creacionista.
Pero su obra poética mantiene un carácter unitario. Utiliza con frecuencia el romance, lo que indica influencia del Juan Ramón Jiménez primero, considerado uno de los grandes maestros por los poetas más jóvenes.
A lo largo de toda su carrera literaria, esta afición a la música se haría notar en la belleza rítmica y sonora de sus versos.
Sus poemarios más notables dentro de la línea clásica o tradicional son: El romancero de la novia (1918), Soria (1923),Versos humanos (1925), Ángeles de Compostela (1940), Alondra de verdad (1941), Sonetos a Violante (1961), Mi Santander, mi cuna, mi palabra (1961) y La suerte o la muerte (1963).
Sus principales libros vanguardistas son: Imagen (1922), Manual de espumas (1924) y Limbo (1951).
Gerardo Diego permaneció fiel a su inspiración primera, a pesar de los diferentes estilos que intentó. Su disciplina, objetividad y autenticidad pura le hacen ser un clásico. Es un auténtico poeta. Aunque no tiene un mensaje interior que comunicar, es un gran maestro de la expresión. Muestra la lucha dialéctica entre la búsqueda de la autenticidad y la búsqueda de una poesía pura, pero de valores humanos: la vertiente tradicional humana y la moderna vanguardista deshumanizada. Ambas vertientes corren paralelas en él.
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